Nazareno, Soledad, Cristo Negro, Vera Cruz, Humilladero, Esperanza, Batallas, Calvario, Amor, Amparo, Expiración, Sagrada Cena, Salud, Humildad y Victoria. Estos son los nombres sencillos o abreviados de las quince Cofradías y Hermandades de nuestra ciudad, que en estos días se afanan más intensamente en esos preparativos para la Gran Semana. Y digo más intensamente, pues el trabajo de las Cofradías no es únicamente cuando llega la Cuaresma, sino que se trabaja durante todo el año y se celebran cultos en nuestros templos y otras series de actividades como pueden ser, excursiones, conciertos de Bandas, Festivales, Cena de Hermandad etc.
Pero en estos días se siente algo diferente, despertamos por la mañana y ponemos la mirada en el calendario buscando ese Miércoles de Ceniza o ese primer viernes de Marzo, en el cual con un beso a los pies del Nazareno se nos hace casi inminente la Semana Santa. Este año el besa-pie del Nazareno se adelanta por unos días al Miércoles de Ceniza.
Con el Miércoles de Ceniza, comienza el Tiempo de Cuaresma, cuarenta días antes de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo. ¿Pero qué hacer los cofrades en estos cuarenta días?, ¿sacar las túnicas de los armarios?, ¿ayudar a nuestras Cofradías a limpiar, portar y colocar enseres?. Sí por supuesto que debemos hacer esas cosas, pero además hay que prepararse Espiritualmente.
La Cuaresma es tiempo de conversión interior, es tiempo de mirar en nuestro interior y ver cuáles son las cosas que no nos dejan ver a Dios, y me apartan de Dios. Es tiempo de hacer limpieza en el corazón, es tiempo de abandonar el hombre viejo y convertirse en un hombre nuevo, es tiempo de rechazar el Pecado, es tiempo de acoger la Gracia Santificante del Padre.
El primer domingo de Cuaresma, el Evangelio nos recordará cómo Jesús es tentado en el desierto, pero Él vence al tentador. ¿Y nosotros en el desierto de nuestra vida vencemos o somos vencidos?. Sin duda alguna que con nuestros propios medios acabamos vencidos, pero si ponemos la mirada en la Cruz, y nos dejamos guiar e iluminar por Él, saldremos victoriosos de nuestra gran batalla.
Frecuentemos el Sacramento de la Penitencia, participemos de la Eucaristía y hagamos que “sea toda nuestra vida un acto de amor”.
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